Maeve sempre foi uma secretária dedicada, responsável e irresistivelmente encantadora. Criada pela avó amorosa após ser abandonada pelos pais, ela levava uma vida tranquila, apesar dos desafios. Trabalhando para Ricardo Kurtz, um magnata arrogante e mulherengo, Maeve estava à beira do esgotamento. Mas tudo muda quando Ricardo faz uma proposta inesperada: fingir ser sua noiva para impressionar sua mãe. Com a avó gravemente doente e sem outras opções, Maeve aceita o acordo. O que começou como uma simples farsa logo se transforma em algo mais intenso, à medida que Ricardo se vê confrontado com sentimentos há muito reprimidos. Entre orgulho e paixão, os dois se envolvem em uma luta interna, tentando equilibrar seus corações com o peso de suas escolhas. Até onde ambos estarão dispostos a ir para não perder o amor que descobrem um no outro?
Ler maisIsla nunca podría saber cómo se las había arreglado para mantener la compostura hasta que los clientes abandonaron la sala de juntas.
Estaba enfadada y quería desquitarse con los responsables.
Caminó por la habitación mientras tomaba inhalaciones profundas. Necesitaba calmarse. Si dejaba que sus emociones la controlaran, podía perder su trabajo y ese era un lujo que no podía permitirse. Las facturas no se iban a pagar a solas, ni mucho menos la medicación de su mamá.
Pensó en Lando, el hijo de su jefe, y la maldit@ sonrisa presumida que había tenido mientras recibía felicitaciones por sus diseños.
Esas felicitaciones deberían haber sido suyas, al igual que el bono que el idiota iba a recibir.
Había trabajado en aquel proyecto durante dos semanas, sin parar. No había dormido más de un par de horas y había tenido que ingeniárselas para no descuidar sus otras obligaciones, obligaciones que bien podrían hacerlas otras personas si su jefe se diera la molestia de contratar más personal. Y, al final, Lando se había llevado todo el crédito.
Había trabajado durante cuatro años para el imbécil de Gerardo, se había encargado del trabajo que nadie quería hacer y había llevado a cabo mucho de los proyectos sin que su nombre fuera mencionado una sola vez. Estaba estancada en el mismo puesto, en un cubículo pequeño escuchando la misma promesa de ascenso desde el día que llegó.
No era la primera vez que Lando se llevaba el crédito por su trabajo y no dudaba que lo volvería a hacer en el futuro.
Bueno, había tenido suficiente. No era por el dinero, aunque reconocía que no le habría venido nada mal en su situación. Si seguía trabajando en aquel lugar, terminaría como una mujer amargada que, ante los ojos del resto, no había sido capaz de hacer una sola cosa buena.
—Esto se acabó —declaró.
Como un toro enfurecido, salió de la sala de juntas decidida a confrontar a su jefe.
Al pasar delante de las paredes de cristal que daban a la oficina de su jefe, lo vio a él y a su hijo riéndose justo antes de brindar con alguno de esos tragos caros que tenía en el bar de su oficina.
Verlos reír tan despreocupadamente la hizo enfurecer aún más.
Irrumpió en la oficina sin molestarse en anunciarse.
Los dos miraron en su dirección cuando la escucharon entrar. Su jefe la miró con el ceño fruncido y Lando sonrió con lascivia al verla.
Como si no fuera suficiente trabajar con alguien tan idiota como él, había tenido que soportar esa misma mirada más de una vez, así como los comentarios fuera de lugar. De tal palo, tal astilla, decían. Lando era un pervertido al igual que su padre.
—¿Sucede algo? —preguntó su jefe dándole esa maldit@ mirada de superioridad.
—Ese era mi proyecto —declaró.
—Trabajaste en él, pero eso no lo hace tuyo. Ya hemos tenido esta conversación en el pasado, odio repetirme. Ahora, márchate de mi oficina.
—No iré a ningún lado, no si decir lo que he venido a decir.
—Esto está fuera de lugar, pero lo dejaré pasar esta vez porque eres tú. —Gerardo la miró de pies a cabeza.
Isla apretó los puños a los costados. Su mirada se desvió hacia el premio de vidrio que estaba en uno de los estantes. Se imaginó rompiéndolo en la cabeza de su jefe.
Sacudió esos pensamientos y volvió a posar los ojos sobre él.
—Esos diseños los hice yo, lo sabes muy bien. Así como sabes, que tu hijo no aportó ni una sola idea.
—Los dos eran los responsables de llevarlo a cabo, pero siempre estuvo claro que él estaba a cargo y tú no eras más que su asistente. No entiendo porque tengo que discutir esto contigo, si mal no recuerdo, firmaste un contrato que especificaba que cualquier proyecto que desarrollaras era propiedad de la empresa.
Había pasado años estudiando para que la llamaran asistente.
—En ninguna parte de mi contrato dice que trabajaría para que —miró al hijo de su jefe—… inútiles como tu hijo se llevaran el crédito.
Su jefe golpeó un puño sobre la mesa. Su rostro estaa enrojecido.
—¡Ya basta! Has dicho demasiado. Sal de mi oficina en este momento o no seré nada benevolente contigo.
Isla estaba cansada de agachar la mirada.
—Tranquilo, papá —intervino Lando—. Lyla, será mejor que…
—Isla, maldit0 estúpido. Cualquiera diría que al menos podrías aprenderte un nombre con cuatro letras, ¿qué tan difícil puede ser? Pero no me sorprende. No podrías hacer coincidir los cortes con el plano, incluso si te llevara todo un año.
—No te voy a…
Soltó una carcajada interrumpiendo lo que Lando iba a decir.
—Vete a la m****a. —Caminó hasta el escritorio y levantó el vaso de su jefe. De un solo trago se bebió el contenido y lo dejó sobre la mesa con un sonoro golpe—. Y, si acaso no he sido clara, esta es mi renuncia.
Isla les dio una sonrisa y se dio la vuelta.
—¡Quiero que vacíes tu oficina en este mismo momento o él personal de seguridad de lanzará a la calle! —ordenó Gerardo.
Típico macho arrogante que quería tener la última palabra.
Media hora más tarde abandonó el edificio con una sonrisa en la cara. La fría brisa de la tarde la devolvió a la realidad.
Se había sentido tan bien enfrentarse a su ex jefe idiota y a su hijo, pero ahora estaba sin trabajo y no esperaba recibir una recomendación.
A manhã estava radiante. O céu de um azul límpido parecia abençoar o dia que marcaríamos para sempre. Ricardo e eu estávamos em frente ao altar, rodeados apenas pelas pessoas que verdadeiramente importavam em nossas vidas. Era uma cerimônia simples, mas cheia de significado. Depois de tudo que havíamos passado, sentia que aquele era o começo de um novo capítulo, escrito com amor e sinceridade.Os convidados estavam emocionados. Clara, a mãe de Ricardo, mantinha-se mais discreta, mas eu sabia que, com o tempo, seu olhar sobre nós havia mudado. Ela finalmente percebera que não se tratava de uma questão de aparência, de status ou de vantagens; era sobre o amor, um amor verdadeiro que eu e seu filho decidimos construir e viver.— Maeve Emerson — Ricardo começou, segurando minhas mãos e olhando-me com uma ternura que ainda me fazia perder o fôlego. — Desde o momento que entrei em sua vida, nada mais foi igual. Eu sei que as coisas não começaram da maneira mais simples, mas cada momento ao
MaeveEstávamos a poucas semanas do término oficial do contrato, mas as coisas já eram tão diferentes que ele quase parecia uma lembrança distante. Ricardo e eu estávamos juntos de uma forma que nenhum documento poderia definir. Agora, nosso vínculo era verdadeiro, com intenções e sentimentos que iam muito além de qualquer papel.Naquela noite, Ricardo me convidou para um jantar em sua casa. Fui recepcionada com um ambiente caloroso, como se ele tivesse planejado cada detalhe. A mesa estava arrumada com elegância, e havia algo no ar que me dizia que aquele jantar não era apenas mais um encontro.Sentamos e começamos a conversar. Eu contava sobre o trabalho, e ele ouvia atentamente, enquanto ocasionalmente segurava minha mão, transmitindo uma segurança que me confortava.De repente, enquanto tomávamos um vinho, ele respirou fundo, como se estivesse se preparando para algo importante.— Maeve, eu... — começou ele, e sua voz estava mais séria. — Eu preciso que saiba que nunca planejei qu
MaeveA vida parecia mais leve nos dias que se seguiram, como se um peso tivesse sido tirado das nossas costas. Cada manhã que passava ao lado de Ricardo era uma confirmação de que estávamos no caminho certo. Estávamos mais unidos, e a nossa relação parecia crescer e se fortalecer a cada conversa, a cada sorriso trocado.Numa tarde ensolarada, ele apareceu na editora onde eu trabalhava, uma surpresa que me pegou completamente desprevenida. Com um buquê de flores nas mãos, ele me olhou como se fosse a primeira vez.— Posso te levar para um almoço? — ele perguntou, com aquele sorriso que fazia meu coração bater mais forte.— Acho que posso abrir uma exceção hoje — respondi, sorrindo de volta, sentindo as bochechas aquecerem.Descemos para o carro dele, e assim que entramos, ele me olhou, aparentemente ansioso.— Tenho um lugar especial para te mostrar — disse ele, enquanto dirigíamos.Chegamos a um parque isolado, com uma área arborizada onde ele havia preparado um piquenique. O cenário
MaeveO silêncio sob as estrelas trazia um misto de paz e expectativa. Ricardo segurava minha mão, seus dedos traçando lentamente a linha da minha pele, um toque suave e cuidadoso que fazia todo o meu corpo estremecer. Ele parecia querer decorar cada detalhe, como se o momento fosse algo raro e precioso.— Maeve — ele sussurrou, trazendo minha mão aos lábios, deixando um beijo leve na ponta dos meus dedos.A intensidade em seu olhar era irresistível. Ele se inclinou para mais perto, e eu podia sentir a respiração dele, o calor que emanava de sua pele. Eu estava completamente entregue àquele momento, sem me importar com mais nada, exceto com a presença dele tão próxima.— Você não faz ideia do que significa para mim — Ricardo murmurou, sua voz carregada de emoção.— Acho que sei… porque sinto o mesmo — respondi, enlaçando meus braços ao redor de seu pescoço.Ricardo me puxou ainda mais para perto, deitando-me com cuidado sobre a manta. Suas mãos percorriam minhas costas, traçando um ca
MaeveO silêncio sob as estrelas trazia um misto de paz e expectativa. Ricardo segurava minha mão, seus dedos traçando lentamente a linha da minha pele, um toque suave e cuidadoso que fazia todo o meu corpo estremecer. Ele parecia querer decorar cada detalhe, como se o momento fosse algo raro e precioso.— Maeve — ele sussurrou, trazendo minha mão aos lábios, deixando um beijo leve na ponta dos meus dedos.A intensidade em seu olhar era irresistível. Ele se inclinou para mais perto, e eu podia sentir a respiração dele, o calor que emanava de sua pele. Eu estava completamente entregue àquele momento, sem me importar com mais nada, exceto com a presença dele tão próxima.— Você não faz ideia do que significa para mim — Ricardo murmurou, sua voz carregada de emoção.— Acho que sei… porque sinto o mesmo — respondi, enlaçando meus braços ao redor de seu pescoço.Ricardo me puxou ainda mais para perto, deitando-me com cuidado sobre a manta. Suas mãos percorriam minhas costas, traçando um ca
MaeveAs semanas seguintes foram um respiro de alívio. Clara estava ocupada com a instituição, e Ricardo e eu finalmente podíamos viver sem a sombra do contrato. Hoje, ele me convidou para jantar fora, e o convite veio acompanhado daquele sorriso que fazia meu coração disparar.Estávamos no restaurante mais charmoso da cidade, iluminado por velas. A noite tinha um ar especial, como se algo importante estivesse prestes a acontecer.Ricardo esticou a mão por cima da mesa, entrelaçando os dedos nos meus.— Como está se sentindo? — ele perguntou, os olhos claros brilhando sob a luz suave.— Melhor do que em muito tempo. — Sorri, apertando sua mão. — Acho que nunca imaginei que estaríamos assim.Ele riu, o som rouco e baixo que eu aprendi a amar.— Eu também não.Ficamos um momento em silêncio, apenas nos olhando. Era como se o tempo parasse. A simplicidade de estar com ele, sem preocupações, me aquecia mais do que eu podia explicar.— Maeve — ele começou, a voz mais séria agora. — Precisa
Último capítulo