La madre de Patricia estaba en su habitación encerrada, quería escapar de ese lugar, ¿pero a dónde iría?
Todo se estaba volviendo tan complicado, el marido de su hija, era un asesino peligroso.
Su hija ingresó a la habitación con un plato de sopa en sus manos.
—Tienes días de que no comes, no puedes seguir así.
—Tú lo sabías y no dijiste nada, era mi hermano Patricia, mi propia sangre, ¡qué carajos estabas pensando!
Patricia respiró profundamente.
—Ahora, si tienes conciencia, mamá —respondió con molestia —querías la herencia de la familia, creíste que lo lograríamos sin derramar sangre. Hice lo que debía, lamento si no fue lo que esperabas, ahora vivimos aquí, y tenemos dinero.
La mujer miró a su hija como si fuera una broma.
—Esta mansión no nos pertenece, nada de lo que hay en esta casa es nuestro. Acaso estás ciega, ese hombre puede traicionarte de la misma manera que lo hizo con Sofía.
—Él me ama y lo sabes, no es necesario que te crees novelas en la cabeza, estaremos bien, esper