CAPÍTULO 30

Un taxi se detuvo frente a la plaza que era el destino de María Aragall, justo frente a una cafetería que seguía oliendo tan delicioso como la joven escritora recordaba, entonces ella bajó del auto, miró al lugar que se dirigía y sonrió emocionada tras morderse el labio inferior.

La plaza parecía un sueño, estaba llena de flores haciendo una valla al camino de pétalos que conducían hasta la fuente donde el hombre que la esperaba yacía sentado, haciendo sonar una guitarra.

María se mordió los labios de nuevo, y se avergonzó de no poder dejar de sonreír, así que agachó la cabeza para ocultarlo un poco y respiró demasiado profundo para ganar un poco de fuerza y hacer que sus pies se movieran al lugar de su destino.

La joven lo había presentido, así que no era del todo sorpresa, pero la emoción que tenía no la pudo contener y por eso terminó en comenzar a cantar el primer verso de la canción que el joven tocaba.

Marcos la miró, caminando por un tapete de pétalos entre dos líneas de arregl
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