VERONICA
—Y tú eres... —preguntó Liliana, mirándome con una mezcla de curiosidad y desdén, mientras jugueteaba con el tallo de su copa de vino.
—Soy Verónica, la secretaria de Bruno —respondí, tratando de mantener la calma y la profesionalidad, a pesar de la tensión que se palpaba en el ambiente.
Liliana levantó una ceja y sonrió con ironía.
—Ahora sales con tu secretaria —dijo, dirigiéndose a Bruno con un tono de voz que rezumaba desprecio.
Bruno se encogió de hombros y tomó un sorbo de su whisky, sin molestarse en responder.
Mientras tanto, yo sentí que mi cara ardía de indignación y vergüenza. Me rasqué la nuca, tratando de disimular mi incomodidad.
—No es asunto tuyo, Liliana —dijo finalmente Bruno, con un tono de voz neutro, sin siquiera mirarla.
Liliana se rió, un sonido agudo y desagradable que me puso los nervios de punta.
—Siempre tan discreto, Bruno —dijo, mientras se inclinaba hacia adelante, sus ojos brillando con malicia—. Me pregunto qué dirían tus socios si supieran que