Ese día, navegaron y no volvieron hasta entrada la noche, y es que a pesar de la preocupación que sentía Emma por su recién nacida, Mía estaba perfectamente bien bajo el cuidado de Cristóbal y Amelia, incluso, hicieron videollamada con ellos, no solo para dejarla tranquila respecto a la niña, que se encontraba más que tranquila en los acogedores brazos de Amelia, sino, también para mostrarles el anillo y darles la buena noticia.
Sus amigos no pudieron estar más felices, tanto que exigieron ser los padrinos de esa boda, y por supuesto, Emma y Matías se mostraron encantadísimos con la idea. Nada les llenaría el corazón que fuesen ellos quienes los acompañaran en una decisión tan importante y especial. Dios, no cabían de la felicidad por ellos, sobre todo por todo lo que habían tenido que pasar para al fin poder estar juntos, amándose libremente.
Tumbados a los pies de una luna llena, con el inmenso mar de fondo y las olas meciéndose suavemente, Matías adornaba a Emma con besos y delicada