El peor castigo: 18. Santiago necesita hablar urgente con Matías
Durante todo el camino al hospital, Emma no paró de quejarse, tampoco de mencionar asustada a su hija.
— Mi bebé, Matías, mi bebé — resollaba, ya para ese entonces sin fuerzas, y Matías cada segundo se preocupaba más.
— Tranquila, tranquila — apartó varios mechones de su frente y la acarició con increíble dulzura, apartando por un momento todo aquello que en su interior dolía. Dios, no quería que le pasara nada. Ni a ella ni a la bebé.
Pronto llegaron. Saltó fuera del auto con ella en brazos y la recostó sobre la camilla que ya esperaba por ella, junto a un equipo médico.
— ¿Qué fue lo que pasó? — le preguntó su doctor.
— No lo sé, de pronto comenzó a quejarse de que le dolía mucho la cabeza.
El doctor asintió, de repente, preocupado, pues sospechaba de qué podía tratarse. No era bueno en lo absoluto.
— De acuerdo, a urgencias.
Cuando iban a llevársela, la mano de Emma se aferró a la de Matías con fuerza. Él bajó el rostro.
— Si algo me pasa, promete que cuidarás de ella — le pidió con