El peor castigo: 17. ¿Cuánto quieres por desaparecer de mi vida y llevarte todas tus mentiras?
— Responde, Emma, no te quedes callada. ¿Qué diablos significa esto? — exigió saber, contenido. Una de sus manos convertida en un puño y la otra sosteniendo el papel en lo alto.
Emma negó, sin saber qué decir o que hacer.
— Yo, Matías, yo no lo sé. No sé quién pudo haber enviado eso.
Matías rio, nervioso, incrédulo, humillado. Y negó con la cabeza.
— No lo sabes, ¿eh?
Entonces abrió el papel y se lo mostró a la cara.
— Elías Meier. ¿En serio vas a decir que no sabes quién es?
— No, pero…
— Mejor no digas nada, Emma. Solo vas a empeorarlo — le pidió, herido —. Pudiste haber sido sincera. Pudiste… haberme dicho que no era mi hija, que… no me encariñara con ella. Pero otra vez me viste la cara de idiota. Felicidades — entonces, sin decir más, salió de allí sin mirar atrás.
— No, Matías, espera — le rogó, siguiéndolo, pero por cada cuatro pasos que él daba, ella daba dos — Matías, por favor… — pero él no se detuvo, ni tampoco tenía intenciones de hacerlo. Subió en zancadas las escaleras y