El peor castigo: 14. La visita de Cristóbal y Amelia
Media hora después, ya habían dado con el paradero de aquella pequeña que robó el corazón de Emma.
— ¡Dios, estaba tan asustada! ¡Gracias por encontrarla! ¿Cómo puedo pagarte por esto? — le preguntó la mujer, agradecida y aliviada.
Pero Emma le sonrió dulcemente y negó con la cabeza.
— No es nada, estoy segura de que habrías hecho lo mismo por alguien más — respondió en portugués, otra vez maravillando a Matías. Era increíble. Lo hablaba tan bien.
— Completamente. Muchísimas gracias otra vez. En serio fuiste un ángel para mi pequeña, ¿verdad que sí, cielo?
— Sí, mami. Ella es buena. Muy buena.
Matías observó la interacción con completo asombro. ¿Cómo era posible que robara el corazón de todos?
Negó con la cabeza y aguardó a que se despidiera. Entonces regresó con él.
— ¿Podemos entrar ya a la librería? — preguntó, y ella asintió con una sonrisa imborrable de su rostro. Entonces la siguió.
Durante los siguientes minutos, Emma leyó con fascinación cada contraportada de los libros que fue