9. El cruel destino de Amelia
Esa misma noche, después de la ceremonia, Cristóbal ordenó el traslado de las cosas personales de Amelia y su pequeño hijo, así que, cuando llegaron a la mansión, ya todo estaba allí.
— Esta será la habitación de Cristóbal. Su nana vendrá hasta mañana a primera hora, así tú tendrás tiempo de dedicarte a los oficios de la casa.
Amelia asintió sin mayor esfuerzo y acostó al pequeño en su nueva cama después de aquel largo día. Besó su frente y apagó la pequeña lámpara antes de salir.
— Vamos, tu habitación queda al final del pasillo.
— Creí que… dormiría cerca de la habitación de Cristóbal.
— Solo son cinco habitaciones lejos de la tuya, Amelia.
— Sí, pero… me gustaría estar cerca de él. No quisiera que nada le pasara.
Cristóbal se detuvo abruptamente y se giró con ojos entornados.
— ¿Qué podría pasarle? La mansión tiene la seguridad necesaria como para saber que él estará bien — espetó serio y Amelia asintió con un largo suspiro —. Ah, olvidé decírtelo. Mi madre salió y no volverá hasta