8. Contrato y condiciones matrimoniales
— Me escuchaste bien, Amelia.
— Por supuesto que te escuché bien, pero… es una locura.
Cristóbal entornó los ojos.
— ¿Por qué? ¿Porqué no nos amamos? — Amelia abrió la boca, pero la cerró en cuanto Cristóbal continuó hablando —. Es cierto. Yo no guardo el más mínimo afecto por ti, y si te estoy haciendo esta propuesta, no es porque crea que algo pueda nacer entre nosotros. Esto lo estoy haciendo por nuestro hijo, porque si las cosas se llegan a complicar para ti, él no quedaría desamparado. Además, como te dije, parece que le será difícil desprenderse de ti, y yo no estoy dispuesto a que un hijo mío siga viviendo en estas condiciones, así que tú eliges, Amelia, o me llevo a Cristóbal conmigo, o vienes con nosotros.
Amelia seguía sin poder creer que Cristóbal, aquel Cristóbal que había creído conocer en el pasado, fuese ese hombre ruin y sin corazón que estaba plantado frente a ella, y que la miraba como si fuese la cosa más insignificante que se hubiese cruzado en su camino.
— ¿Y bien?