48. Una verdad revelada
Casi amanecía cuando Matías se acercó a una Amelia desconsolada. Había estado largas horas al teléfono.
— Hay una suite disponible para ti en este momento. Ve y descansa.
Amelia alzó el rostro, todavía empañado, y negó con la cabeza.
— Quiero esperar a que me permitan verlo.
— Ya hablé con el doctor y por ahora no será posible. No tiene sentido que sigas aquí, mírate, estás cansada y ni siquiera quisiste comer.
— ¿Y si… despierta y yo no estoy? Le dije cosas horribles. Merece saber que… — bajó la mirada, y Matías sonrió. Se notaba que lo amaba.
— Si Cristóbal llegara a despertar, tú serías la primera en saberlo, créeme.
Después de convencerla, Amelia al fin accedió. La suite estaba contigua a la de su hijo, y agradeció que Brazilia haya sido tan dulce como para quedarse a su lado toda la noche; sin embargo, no pudo evitar asomarse por la puerta. Entonces escuchó:
— Ojalá y te hubiese podido ver crecer como mi nieto, mi niño. Ojalá y hubiese podido pelear por tu padre para que no me lo