66. El desconcierto los paraliza.
El suelo del inframundo se desmorona cada vez más, permitiendo que los gritos y sollozos de las almas atrapadas allí escapen.
Las llamas acumuladas alrededor son sofocantes, robando el aliento de todos los presentes. El calor es abrumador y parece calar hasta los huesos.
El Alfa no aparta los ojos de su Luna. Aunque no hay marcas visibles de los golpes que ha recibido, él ha visto cómo la lastiman.
Su corazón late desenfrenado, golpeando su pecho como un caballo desbocado, incapaz de encontrar paz. La idea de perderla lo abruma, robándole toda la concentración.
—Potra, es momento de que te vayas —gruñe a través del enlace mental, su tono bajo pero demandante, cargado de preocupación y furia contenida.
Annie siente la angustia en su voz. Es un llamado desesperado, pero no puede irse. Si los abandona, la desventaja será todavía mayor, y todo estará perdido.
—De aquí no me voy, hasta que lo hagamos todos —responde con firmeza, su voz desafiante y decidida.
El Alfa aprieta los dientes con