59. Te volveré a asesinar…
Ann empieza a construir la ilusión, adoptando el rostro de la madre de Anteo.
—Hola, hijo. Veo que sigues siendo un ser maligno. Fuiste un niño muy malo y ahora eres un hombre cruel —le dice, mostrando la figura de Celeste, su voz impregnada de reproche—. Tu corazón está tan podrido como el de tu padre.
—¿Qué demonios es esta maldit4 ilusión? —ruge el usurpador del trono de Poseidón, acercándose con furia y sujetándola bruscamente del cuello—. ¡Tú estás muerta! Yo mismo te asesiné.
Ella sonríe de medio lado, manteniéndole la mirada y desafiándolo.
—¿Eso creíste? ¿De verdad pensaste que no aprendí a defenderme? —aprovechando un descuido, desaparece de su vista y aparece como una sombra detrás de él—. Fueron muchos años junto a tu padre. Aprendí a ser invisible, rápida y astuta —se ríe con malicia, saboreando cada palabra que lo empuja más cerca del abismo de sus propias frustraciones.
Anton se gira, y la observa de arriba abajo. Tanto tiempo sin verla, que casi ha olvidado su rostro… p