21. Al borde de la muerte.
—¡Alto ahí! —brama Zadquiel—. Ustedes dos solo tenían una misión: proteger a Annie, pero por lo visto, les ha quedado grande.
Júpiter gira sobre sus talones y camina hasta colocarse frente al Arcángel.
Salvador intenta detenerla, le agarra la mano y le da una mirada suplicante para que se mantenga callada, pero ella lo ignora.
—¡Ay! Eso sí que no te lo admito. Hemos protegido a Ori de todo. La hemos engañado y manipulado, aunque no estemos de acuerdo —lo señala con el dedo—, solo para que tú, que apareces cada década, vengas con el cuento de que no la hemos cuidado.
Júpiter respira hondo, porque lo que desea es darle un par de golpes a su cuñado.
—Annie no es la bebé que piensas. Es una mujer de casi treinta años, con sus propios pensamientos y decisiones. Solo le bastó ver a ese papacito lobuno para quedar impregnada de él.
—Pero, ¿por qué otro lobo? —pregunta Zadquiel, frustrado.
—Será porque a tu hija le encanta que la estrujen salvajemente… y la devoren.
—¡Júpiter! —gritan al unís