KATIA VEGA
—¿Cómo? ¡Sí! ¡De inmediato! —exclamó Silvia pegando el teléfono al pecho y dedicándome una mirada que me hizo sentir angustiada—. Hablan de la escuela, quieren comunicarse con la madre de Emilia…
Apenas terminó la frase cuando Ivonne se precipitó hacia ella y le arrebató el teléfono. —¿Sí? Ella habla… —contestó con seguridad, tomándome por sorpresa e indignándome.
Me acerqué con ganas de jalarla del cabello y quitarle el auricular, pero me contuve.
—¡¿Qué?! ¡¿Cómo es eso posible?! ¡¿Son estúpidos?! —exclamó indignada, caminando de un lado a otro, autoritaria, prepotente, con toda la actitud que tendría la dueña de la casa—, pero… ¿la niña está bien?
—¿Qué ocurre? —pregunté intentando hacerme presente, pero ella alzó su dedo h