ROSA MARTÍNEZ
—¡¿Qué fue lo que pasó?! —exclamé en cuanto los vi llegar. De inmediato, casi por inercia, me lancé a los brazos de Arturo, quien no dudó en recibirme con cariño—. ¿Qué haces aquí? ¡Ese militar te sigue buscando!
—Aunque quiera, ya no podrá hacerme nada… —contestó desconcertado, parecía que aún no comprendía lo que le había ocurrido.
—¿De qué hablas?
—Desde ahora nadie podrá tocarnos… Hagamos lo que hagamos… —Héctor me dedicó una mirada de reproche. Como siempre la cercanía entre Arturo y yo le era molesta.