DOS MESES DESPUÉS
—¡Anja! —el grito del capitán de restaurante le retumbó en el cerebro como una corneta.
Abbot tenía el tono más chillón y desagradable del planeta Tierra y lo peor era que le gustaba usarlo, sobre todo con ella.
Anja se limpió los ojos rojos por las lágrimas y salió del refriger