—Llamaré a Milo para que nos traiga a Adriana —murmuró él pegándose a Andrea en la puerta de entrada y ella se estremeció con su calor.
Pasó el mensaje y luego se acercó a su boca, besándola con aquella necesidad que no desaparecía.
—¡Dios, un día de estos voy a hacer combustión espontánea en la p