-Estás juguetón por lo que veo- bromeó Daylhan viendo al moreno entrar al dormitorio, en cueros y encaramarse sobre el lecho con un pequeño tarrito de miel en una mano.
-¿Qué vas a hacer con eso?- quiso saber el joven.
-Ya lo verás- contestó Keerd ubicándose entre las piernas del castaño.
Luego, destapando el tarrito, metió el índice dentro del espeso líquido para recoger un poco.
Con cuidado situó el dedo a ras del vientre de Daylhan y dejó que el néctar de las flores cayera en un fino hilo sobre su piel.
-¡Vas a dejarme pegajoso!- rompió a reír el castaño.
Mirándole con una ceja enarcada y una sonrisilla traviesa, Keerd respondió:
-No dices lo mismo cuando acabo sobre tu cuerpo-
Daylhan, en contra de colorearse, achicó los ojos diciendo:
-No es lo mismo-
-Tú tranquilo, que no te quedarás pegajoso-
Tras dejar su vientre decorado con la miel, Keerd se colocó sobre las manos, inclinó la boca hacia su barriga, sacó la l