Capítulo 23. Monstruo sin alma
Esa tarde llegó un enorme convoy de patrullas a la plaza principal de la ciudad. Los vehículos de la policía rápidamente rodearon el lugar y también a los manifestantes que comenzaban a salir de control.
—¡Ya saben que hacer! ¡Todos a sus posiciones!—, gritó el jefe de la policía que fue el primero en bajar de una patrulla—, ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos!
Uno tras otro fueron bajando los agentes armados como si fueran directamente a una guerra. En cuestión de segundo formaron una línea de defensa en forma de pasillo para proteger la limusina de la familia Lancer que acababa de llegar a la plaza principal.
El chófer privado abrió la puerta de la limusina y de ella descendió Facundo Lancer, seguido de Fernando y su esposa Ximena. Luego comenzaron a caminar directamente hasta la pequeña tarima en el centro de la plaza desde donde se suponía que Facundo daría un discurso para explicar por qué había una escasez de agua tan severa desde hace algunas semanas.
—Al fin llegas, Facundo—, reclamó e