Tártaro
Las tres diosas me miraron con curiosidad.
Hermes vomitó una vez más y me giré hacia él, saliendo de mi aturdimiento inicial y arrodillándome a su lado.
- ¡Hermes!- lo llamé y siguió vomitando sangre.
- Está contaminado.- anunció el mayor acercándose.- este lugar les hace eso a los dioses, después de un tiempo aquí los enferma.- dijo, su voz era ronca y arrastrada.
Observé el ceño fruncido en su antiguo rostro.
La más joven soltó los cables que sostenía y se acercó a la anciana, susurrándole algo al oído.
La anciana asintió y caminó lentamente hacia nosotros.
- Tráelo aquí Hades.- pidió y señaló una cama apoyada contra la pared a unos metros de donde estábamos.
Levanté a Hermes con cuidado, sus ojos estaban cerrados y su cuerpo estaba todo flácido, rastros de sangre en su rostro desde sus ojos, su boca estaba ligeramente abierta y tosió más sangre cuando lo jalé sobre la cama.
Lancé su cuerpo inerte sobre la cama y él abrió los ojos mirándome directamente.
- Mantente despierto