En esa habitación, de pie mirando a Perséfone, me di cuenta de lo mal que estaba todo, era un verdadero desastre.
Sentí unas ganas terribles de llorar pero no lo hice, me acerqué a su cama y noté como su rostro se veía apacible, incluso sereno.
¿Estaba teniendo buenos sueños?
Y lo más importante, ¿cuándo se despertaría?
Toqué su mano y ella como era de esperar cayó sobre la cama completamente inerte.
Escuché los pasos de Eaco detrás de mí.
- ¿No hay otros aliados troyanos? preguntó con cautela.
Me volví hacia él y vi sus ojos preocupados.
- Afrodita y Apolo son aprisionados por Hera.- dije sin ninguna emoción en mi voz, me sentía vacío y derrotado.
Eaco colocó su mano suavemente sobre mi hombro, parecía estar tratando de consolarme, su frente estaba fruncida y sus labios entreabiertos y esperé a que dijera algo pero no lo hizo, no de inmediato.
- No se puede salvar a todos, pero se puede hacer algo.- dijo y traté de entender el significado de sus enigmáticas palabras.
Parpadeé varias