Alessia tuvo un pensamiento ridículo al escuchar las palabras de Enzo.
Frunció los labios y, casi como si algo la obligara, extendió la mano. Sus dedos presionaron el teclado numérico uno a uno hasta que ingresó el último dígito.
Se sorprendió a sí misma por lo nerviosa que se sentía en ese momento,