El aroma de los fideos instantáneos flotaba en el aire, haciendo que Dominic tragara saliva de manera inconsciente, aunque su mirada se volvió tres grados más fría.
¿Quién le había dado a esa mujer la confianza para pensar que él quería comer?
Un destello de fastidio cruzó por los ojos rasgados de Dominic, sin que pudiera explicarse por qué.
Alessia seguía disfrutando de sus fideos. Aquella pregunta solo había sido parte de su “papel”, y la negativa de Dominic era algo que ya esperaba.
Se levantó con la cajita vacía en la mano y caminó hasta un banquito junto a la puerta. Terminó sus fideos en pocas bocanadas y, al levantar la vista, notó un triciclo destartalado estacionado afuera.
Era el transporte que le había pedido a la anciana de la tienda.
Alessia dejó el envase y, con cortesía fingida, volvió a dirigirse a Dominic:—Señor Carter, ¿quiere venir conmigo?
Esta vez Dominic fue aún más directo, ni siquiera se dignó a mirarla.
Perfecto. Eso encajaba con la personalidad orgullosa de D