El sol se estaba poniendo, proyectando una silueta en el viejo callejón de la zona pesquera X.
A las tres de la tarde, Alessia despertó de su siesta y por fin recibió un correo electrónico.
El mensaje decía que debía encontrar la casa de los Dalton, donde estaba la persona que buscaba.
Tras preguntar por los alrededores, Alessia logró dar con el lugar.
No muy lejos apareció una casita blanca; en el patio, una pareja de mediana edad colgaba pescado para secar.
Alessia entró en el patio.
La pareja detuvo sus quehaceres al ver a una desconocida en la puerta.
—Disculpen, ¿son el señor y la señora Dalton? —preguntó Alessia, apretando los labios.
En cuanto habló, los rostros de ambos cambiaron.
Tras unos segundos de silencio, fue la mujer quien habló primero. Se recogió nerviosa un mechón de cabello suelto y preguntó:
—¿Será… buena con Daniel?
Por su lenguaje corporal era evidente que habían estado esperando su visita.
En ese momento, el “Daniel” del que hablaban debía de ser el niño.
Aless