Tengo la intención de terminar esta historia este mes, así que no se preocupen que no será muy larga ;)
El teléfono sonó y Jade se sintió emocionada porque era justo lo que estaba esperando: una llamada de su madre. Rápidamente, apartó el libro que intentaba descifrar y memorizar. Se trataba de un libro con caracteres tailandeses que le estaba ayudando a aprender la lengua de dicho lugar. Huir a Tailandia no había sido la opción más práctica, pero sin duda sí la más efectiva. Llevaba un mes instalada en el país y hasta la fecha Adriel no tenía ni la menor pista sobre su paradero y, por supuesto, no la tendría jamás, ya que con la ayuda de su familia se había asegurado de crear una nueva identidad, una que la mantuviera protegida de la obsesión de su marido.—¡Mamá! —contestó con alegría.—¡Jade, cariño! —exclamó la mujer mayor con emoción y al mismo tiempo melancolía—. ¿Cómo estás? Te he extrañado tanto.—Estoy bien, mamá —la tranquilizó de inmediato al notar su tono preocupado, un tono que para su pesar nunca abandonaba su voz últimamente. —¿Estás segura? ¿Te has sentido bien este
—Un joven vino a casa preguntando por ti —contó su madre por medio de una llamada telefónica. Jade se acomodó mejor en la cama, bastante sorprendida con las palabras de su progenitora.—¿Un joven? ¿No se suponía que su madre conocía a todas sus antiguas amistades? ¿Entonces por qué no se refería al visitante directamente por su nombre?—Sí —siguió la mujer mayor en voz baja y suspicaz. Como si ocultara algo y esperara al momento propicio para revelarlo.—¿Mamá, hay algo que quieras decirme? —preguntó la chica un poco impaciente, intuyendo que su madre tenía algunos señalamientos en la punta de la lengua, pero se negaba a dejarlos ir tan fácilmente. Ella, por el contrario, no tenía paciencia para jugar a las adivinanzas.—La verdad es que sí —suspiró con cansancio antes de decir:—. ¿Cuándo pensabas decírmelo, Jade? —le reclamó sin demora, parecía bastante decepcionada con lo recién descubierto—. Nunca me imaginé que hubieras tenido un romance con tu profesor. Entonces, ese tal “Nico”
Tres meses habían pasado, tres meses desde que su esposa decidió abandonarlo. Desde que había marcado un punto final en aquel matrimonio que, aunque no inició de la mejor manera, había logrado encaminarse hacia una sana y agradable convivencia. «No todo pudo ser mentira», pensó Adriel, recordando los besos de su esposa, el calor de su pequeño cuerpo debajo del suyo. Todas las veces en las que hicieron el amor, estaba seguro de que no eran únicamente sus cuerpos los participantes en aquellas faenas. Algo le decía que había algo más, que también había una conexión de alma y mente. De qué, de alguna manera, Jade…—Tonterías —soltó de pronto, dándose cuenta de que nuevamente la bebida lo estaba llevando a conjeturas que se encontraban muy lejanas de la realidad. Jade no lo amaba, porque, si lo hiciera, entonces no hubiera hecho su maleta y lo hubiera dejado atrás como si de la peor pesadilla de su vida se tratara. Era difícil y doloroso aceptarlo, pero esa era la realidad.Jade no esta
Un suave golpe en la puerta la sobresaltó. Jade se levantó del sillón con lentitud, puesto que su barriga de embarazo ya se encontraba lo bastante abultada para ese trimestre. —Un momento —dijo en tailandés, mientras daba cada paso como si el camino del sillón a la puerta se encontrara demasiado lejos. Cuando finalmente la abrió, Nang, su amable casera, le entregó un sobre que provenía de Inglaterra. «Vaya, mi madre no me dijo nada de esto», pensó Jade, sorprendida, por la inesperada correspondencia. Con manos temblorosas, rasgó el sobre, encontrándose con una serie de documentos. —Gracias, Nang —dijo con el ceño fruncido, mientras buscaba asiento, porque, sea lo que sea de lo que se tratara aquello, sentía que era demasiado importante como para revisarlo de pie. De lo contrario, no lo hubieran enviado desde tan lejos.Así que se sentó intentando que su corazón se mantuviera quieto, cosa que, indudablemente, no estaba dispuesto a hacer. Su pecho latía con fuerza, desbocado, y es
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda. Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también. Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más. Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas. Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siend
Natalia se fue de la iglesia con el corazón deshecho.Una lluvia torrencial empapó su vestido negro, haciendo que la tela se le adhiriera al cuerpo, mientras sus extremidades no paraban de temblar producto del intenso frío.No tenía idea de dónde estaba. Llevaba minutos caminando sin parar y sin rumbo fijo.Lo único que quería era alejarse lo más posible de aquel dolor que la consumía por dentro, la realidad de saber que no significaba nada en la vida de Roberto.Ahora estaba sola. Con tres niños.Se sentó en la parada de autobús a esperar el transporte público.Lo único que deseaba era que aquel día espantoso terminara y pudiera estar de vuelta con sus niños. Abrazarlos y estrecharlos contra su pecho, para ver si el dolor mermaba, aunque sea por un momento.De repente, un auto se detuvo frente a sus ojos, haciendo que el agua que llenaba las calles se alzara y la salpicara completamente.Natalia sintió una enorme ira invadirla al instante. Esto era lo último que le faltaba.Se levant
—Pero ¿cómo es eso de que vas a casarte? —se horrorizó Aleja, mientras Natalia la colocaba al día de todo lo que había sucedido en la boda de Roberto. —Lo sé, es una locura. Pero es tarde para retractarme. Ya le había dado su palabra a ese hombre y seguramente no le sentaría nada bien una negativa. Además, su propuesta había sido razonable. Aunque seguía sin saber cuáles eran las motivaciones de aquel extraño. Evidentemente quería vengarse… ¿Pero qué era tan importante? —¿Y cómo piensas decírselo a los niños? —No lo sé —se sentó sobre la cama, preocupada—. Todo está cambiando demasiado rápido. Siento que será mucho para ellos. —Seguramente sí —reflexionó su compañera—. Tan solo tienen cuatro años. Aunque debo admitir que son muy inteligentes. Natalia sintió su corazón arrugarse al pensar en sus pequeños, todos confundidos y angustiados cuando le dijera que no volverían a ver a su padre. —¿Crees que Roberto no vuelva a buscarte? —Yo espero que no —dijo con resentimiento al reco