Jade observó con pesar la maleta que se encontraba abierta sobre la cama. Con lágrimas en los ojos, sacó el primer vestido de su armario y luego otro y otro. Toda su ropa era doblada y depositada con cuidado en la maleta. Aquella era una labor mecánica. Alisar, doblar, acomodar. Todo lo hacía minuciosamente. Pero la realidad era que su mente no estaba en dicha tarea, su mente estaba en otro lugar, en lo que significaba hacer todo aquello. Aquel era el final.Tendría que irse. Desaparecer para siempre. Y así, pasar su embarazo en absoluta soledad. Aparentando que estos niños que venían en camino eran de otro hombre y no del esposo del que acababa de separarse.Todo esto lo hacía para proteger el pequeño secreto que crecía en su vientre.Sus hijos no se merecían a un padre como Adriel. —¿Estás segura de esto? —preguntó su madre, apareciendo de la nada en el umbral de su habitación. Sus ojos estaban llenos de preocupación y resignación. Ya no parecía dispuesta a insistirle en q
—¿De qué estás hablando, mujer? Roberto no podía creer lo que estaba diciendo Sofía. Ni siquiera recordaba su nombre y ahora, simplemente aparecía anunciando con bombos y platillos que tenían una hija juntos. ¿Cómo era eso posible? —De que en uno de esos encuentros quedé embarazada, Roberto. Pero cuando me enteré de mi embarazo, tú ya habías cometido muchos errores y pagarías una larga condena en la cárcel —continuó la mujer con voz baja y la mirada de todos atravesándola insistentemente. Cada uno de los espectadores estaban completamente mudos, como si no fueran capaces de respirar ni de atreverse a moverse—. Así que pensé. ¿Para qué contarle? De igual forma, no logrará conocer a su hija. Hasta que me enteré de que estabas aquí, en un hospital, y pensé que era el momento idóneo para que se conocieran. Así que, aquí estamos. Sasha —se giró hacia su hija—, este hombre es tu padre —lo presentó. Pero de lo que no se daba cuenta Sofía era de que su hija negaba insistentemente, compl
Arturo y Mateo se vieron envueltos en una difícil decisión. Ellos sabían perfectamente que acceder a visitar a su padre, significaría que viejos recuerdos del pasado se removieran en su interior. Porque sí, no podían ignorar el hecho de que, a pesar de todo, había sido un padre que les había dado amor y atención en cada oportunidad. Ahora lo veían en una cama de hospital, deteriorándose, y, simplemente, se negaban a hacerse de la vista gorda. Así que por esa razón se encontraban en una habitación aparte, realizándose exámenes para comprobar si sus riñones eran compatibles con los de su padre. El frío gel se extendió primeramente sobre la piel de Mateo, quien sintió un ligero escalofrío ante el contacto. A su lado, se encontraba su hermano Arturo, apretando los labios y observando con ansiedad la pantalla del ecógrafo. El técnico, concentrado en su labor y ajeno a los miedos que embargaban a los dos hermanos, deslizaba el transductor con movimientos lentos y precisos, mostrando e
El teléfono sonó y Jade se sintió emocionada porque era justo lo que estaba esperando: una llamada de su madre. Rápidamente, apartó el libro que intentaba descifrar y memorizar. Se trataba de un libro con caracteres tailandeses que le estaba ayudando a aprender la lengua de dicho lugar. Huir a Tailandia no había sido la opción más práctica, pero sin duda sí la más efectiva. Llevaba un mes instalada en el país y hasta la fecha Adriel no tenía ni la menor pista sobre su paradero y, por supuesto, no la tendría jamás, ya que con la ayuda de su familia se había asegurado de crear una nueva identidad, una que la mantuviera protegida de la obsesión de su marido.—¡Mamá! —contestó con alegría.—¡Jade, cariño! —exclamó la mujer mayor con emoción y al mismo tiempo melancolía—. ¿Cómo estás? Te he extrañado tanto.—Estoy bien, mamá —la tranquilizó de inmediato al notar su tono preocupado, un tono que para su pesar nunca abandonaba su voz últimamente. —¿Estás segura? ¿Te has sentido bien este
—Un joven vino a casa preguntando por ti —contó su madre por medio de una llamada telefónica. Jade se acomodó mejor en la cama, bastante sorprendida con las palabras de su progenitora.—¿Un joven? ¿No se suponía que su madre conocía a todas sus antiguas amistades? ¿Entonces por qué no se refería al visitante directamente por su nombre?—Sí —siguió la mujer mayor en voz baja y suspicaz. Como si ocultara algo y esperara al momento propicio para revelarlo.—¿Mamá, hay algo que quieras decirme? —preguntó la chica un poco impaciente, intuyendo que su madre tenía algunos señalamientos en la punta de la lengua, pero se negaba a dejarlos ir tan fácilmente. Ella, por el contrario, no tenía paciencia para jugar a las adivinanzas.—La verdad es que sí —suspiró con cansancio antes de decir:—. ¿Cuándo pensabas decírmelo, Jade? —le reclamó sin demora, parecía bastante decepcionada con lo recién descubierto—. Nunca me imaginé que hubieras tenido un romance con tu profesor. Entonces, ese tal “Nico”
Tres meses habían pasado, tres meses desde que su esposa decidió abandonarlo. Desde que había marcado un punto final en aquel matrimonio que, aunque no inició de la mejor manera, había logrado encaminarse hacia una sana y agradable convivencia. «No todo pudo ser mentira», pensó Adriel, recordando los besos de su esposa, el calor de su pequeño cuerpo debajo del suyo. Todas las veces en las que hicieron el amor, estaba seguro de que no eran únicamente sus cuerpos los participantes en aquellas faenas. Algo le decía que había algo más, que también había una conexión de alma y mente. De qué, de alguna manera, Jade…—Tonterías —soltó de pronto, dándose cuenta de que nuevamente la bebida lo estaba llevando a conjeturas que se encontraban muy lejanas de la realidad. Jade no lo amaba, porque, si lo hiciera, entonces no hubiera hecho su maleta y lo hubiera dejado atrás como si de la peor pesadilla de su vida se tratara. Era difícil y doloroso aceptarlo, pero esa era la realidad.Jade no esta
Un suave golpe en la puerta la sobresaltó. Jade se levantó del sillón con lentitud, puesto que su barriga de embarazo ya se encontraba lo bastante abultada para ese trimestre. —Un momento —dijo en tailandés, mientras daba cada paso como si el camino del sillón a la puerta se encontrara demasiado lejos. Cuando finalmente la abrió, Nang, su amable casera, le entregó un sobre que provenía de Inglaterra. «Vaya, mi madre no me dijo nada de esto», pensó Jade, sorprendida, por la inesperada correspondencia. Con manos temblorosas, rasgó el sobre, encontrándose con una serie de documentos. —Gracias, Nang —dijo con el ceño fruncido, mientras buscaba asiento, porque, sea lo que sea de lo que se tratara aquello, sentía que era demasiado importante como para revisarlo de pie. De lo contrario, no lo hubieran enviado desde tan lejos.Así que se sentó intentando que su corazón se mantuviera quieto, cosa que, indudablemente, no estaba dispuesto a hacer. Su pecho latía con fuerza, desbocado, y es
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar