CAPÍTULO 8

Pasé la yema de mi pulgar por su labio inferior, despacio y deliberado.

—No diré ni una palabra hasta que me expliques quién era ese tipo, el que te plantó ese beso.

—¿Eso? —Ella inclinó la cabeza, con los ojos agudos—. Eso no fue un beso. Fue un beso en la mejilla. Se llama Tig. Quedó conmigo para un desayuno temprano.

—¿Un amigo?

—Un amigo muy casado. Su esposa es una de mis mejores amigas.

—¿Entonces dices que no pasa nada entre ustedes?

—Nada —Sus dedos se llevaron a la boca, probablemente todavía sensible por la forma en que la había devorado—. Y aunque pasara, no te debería ninguna explicación.

—La pluma en tu pie, Lena —dije, ignorando su puya—. Ese tatuaje te delató. Tus pies estaban en esa foto que publicaste, imposible no verlo. Te he estado observando durante días. Al parecer, el sentimiento era mutuo.

Ella no lo negó. Ni un mínimo gesto de protesta.

Me incliné, bajando la voz.

—¿Te gustó lo que viste? ¿Por eso me seguías mandando mensajes? Porque en cuanto me di cuenta de
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