Manu
Los tres meses que duró la práctica profesional de Nino, se sintieron como una luna de miel. Cada uno de los días que pasé a su lado fue magnífico. Adoraba su compañía, su risa contagiosa y lo enérgica que era a la hora de demostrarme su amor, abalanzándose sobre mí cuando me encontraba concentrado en mis pinturas, o abrazándome con dulzura cuando el estrés amenazaba con aparecer, o besándome en forma apasionada cada noche, solo por el placer de sentirnos en las nubes. Jamás tuvimos problemas que nos significaran dormir enfadados el uno el otro, en su mayoría, gracias al don de la palabra que acompañaba a Nino desde que tenía un año. Ella, por fortuna, era capaz de expresar todo aquello que le molestara, lo que hizo nuestra convivencia mucho más armónica, aun cuando hubo momentos, por supuesto, en los que ambos decidimos mantenernos en silencio.
Sin embargo, esos pequeños impases no nos detuvieron, permitiendo que los días pasaran alegres y que nuestra confianza creciera. Siempre