Se volvió hacia el teléfono sobre la mesa y lo tomó para contestar.
—¡Camilo! Una voz de hombre se escuchó, hablando en inglés:
—Anoche volví a entrar en su cortafuegos y vi un archivo confidencial.
Camilo frunció el ceño, con tono frío:
—¿Yo no he dado ninguna orden y te tomas la libertad de actuar por tu cuenta? ¿Quién te dio esa audacia?
El otro se atragantó incómodamente:
—Camilo, solo quería ayudarte un poco más.
El hombre se sentó en el sofá:
—¿Qué confidencial es?
—¡Tecnología de interfaz cerebro-máquina! Temí que me rastrearan, así que solo le eché un vistazo rápido y salí.
—¿Interfaz cerebro-máquina? Camilo reflexionó un momento. —¿Este archivo no había aparecido antes?
El otro:
—¡No! Camilo, lo revisé, ¡esta patente es muy difícil de obtener! ¡Los únicos investigándola son MIK!
¡Si logramos este secreto, para ti Camilo, será algo muy bueno!
Camilo:
—De hecho, es algo bueno.
Apenas terminó de hablar, se escucharon ruidos estrepitosos de tecleo en el teléfono.
El otro dij