En el momento en que los dos se miraron, Ximena notó claramente la expresión de interrogante en los ojos y cejas de Alejandro.
—¿Está curioso sobre por qué estoy aquí también?— pensó Ximena.
Ximena apartó la mirada y, rápidamente, Alejandro se acercó a ella con paso firme. En el instante en que llegó una atmósfera gélida, la voz sombría de Alejandro la acompañó,
—Creo que ya te dije que no quiero que veas a Leo de nuevo.
Ximena lo miró de reojo,
—¿Este colegio es tuyo? ¿Solo te permiten a ti venir y a nosotros no?
Alejandro frunció el ceño y miró el número de clase en la cerca.
En un instante, entendió.
Extendió la mano, agarró la muñeca de Ximena y la llevó hacia el coche.
La reacción repentina de Alejandro provocó en Ximena una oleada de enojo. Quería liberarse y también quería insultar, pero al ver a tantos padres alrededor, no era apropiado pelear con Alejandro en público. Después de todo, no solo afectaría a los dos, sino también a los niños.
Subieron al coche y Alejandro le pre