Después de disculparse, Mario se dio la vuelta y se fue, caminando con las piernas entreabiertas debido al dolor, y se dirigió a su habitación.
Ximena apartó la mirada y agradeció a Renata:
—Gracias.
Renata levantó el puño y dijo:
—Xime, no tengas miedo. Mañana tú ve a trabajar, yo me encargaré de vigilarlos.
Ximena asintió sin decir mucho y luego se dirigió hacia Liliana.
Al ver a su hija con los ojos hinchados de llorar, Ximena la abrazó con ternura.
La doctora Cubillos informó:
—No hay ningún otro problema, solo que a Liliana le han arrancado bastante pelo.
Ximena se sintió abrumada por el dolor y acarició la cabeza de Liliana, diciendo:
—Mi amor, mamá no te protegió lo suficiente.
Liliana enterró su rostro en el regazo de Ximena y agarró fuertemente su ropa con sus pequeñas manos.
—Mamá... no quiero ver a ese hombre malo. Quiero que se vaya, lo odio.
Liliana lloraba convulsivamente y Ximena, luchando contra la ira, la consoló:
—Está bien, mamá promete que en los próximos días