Ximena se sorprendió brevemente, pero pronto recobró la compostura. Entendió que era normal que los niños, cuando tienen resentimiento hacia su madre, intenten distanciarse de ella.
Ximena puso a Leo en el suelo y le sonrió, diciendo:
—De acuerdo, lo que digas. Ve a la escuela y espera a que tu papá te recoja, ¿está bien?
Ximena tenía una claridad sorprendente cuando se trataba de sus sentimientos y rencores. No era tan mezquina como para involucrar a un niño en su conflicto. Además, cuando se trataba de este niño en particular, siempre tenía una extraña sensación de simpatía. No podía evitar ablandarse y no se oponía a la interacción con él.
Leo había prometido a Nicolás que no causaría problemas a su madre, así que solo le lanzó una mirada un poco apenada a Ximena antes de caminar de regreso a la escuela.
Cuando llegó la hora de recoger a los niños después de clases, Ximena los llevó en su coche. Esperaron a Alejandro antes de irse.
Liliana señaló a Alejandro y murmuró:
—Es un