—¿Quién lo hizo? —preguntó Liliana con urgencia.
La fantasma frunció ligeramente el ceño:
—No he visto a esta persona en la escuela, parece que acaba de llegar, es un hombre. Aunque no sé su nombre ni lo he visto, solo he oído a otros fantasmas hablar de él.
—¿Esos fantasmas están aquí ahora?
—No están —respondió la fantasma—. Les gusta salir a pasear por la noche, sería difícil encontrarlos para preguntarles.
Liliana suspiró frustrada:
—Entonces la pista se corta aquí.
—¿Por qué no intentas buscar fantasmas durante el día para preguntar? —sugirió la fantasma.
Liliana la miró como si fuera tonta:
—No quiero que me tomen por loca.
La fantasma se encogió de hombros:
—No puedo ayudarte más. ¿Puedes quemar las ofrendas para mí ahora? Quizás eso atraiga a los que salieron a jugar.
Liliana asintió y sacó ofrendas de comida y velas para quemarlos como ofrenda a la fantasma.
La fantasma flotó ávidamente hacia el humo, inhalándolo constantemente. Sin embargo, poco después, Liliana sintió oleada