Zacarías negó con la cabeza:
—Niña, puedo consentirte en todo, excepto en esto. No te ayudaré. Todos debemos aprender a separarnos, te lo dije desde el principio.
Liliana se secó las lágrimas, afligida:
—Pero...
—No hay peros,— dijo Zacarías. Aunque le dolía ver llorar a Liliana, sabía que no podía intervenir en ciertas cosas.
No le dio más explicaciones a Liliana, pues hay cosas que los niños deben experimentar por sí mismos.
La vida está llena de altibajos, frustraciones, tristezas y alegrías. Solo al probar todo esto se puede decir que uno ha vivido realmente.
Después de un rato, Zacarías continuó:
—Niña, despídete bien de Fabián. No te quedes con remordimientos.
—¡No quiero! ¡No quiero despedirme! ¡Odio las despedidas!
Liliana gritó enojada y se metió en su cama, llorando cada vez más fuerte.
En casa de Fabián, durante la cena, apenas tocó su comida. Para no preocupar a su familia, comió un poco y dejó el tenedor. Salió hacia el patio.
Su prima le preguntó:
—Fabián, ¿a dónde va