Afuera, Alejandro fue por su cuenta a Villa Rivera.
Una hora después, llegó a la entrada de la mansión de Ximena y justo cuando bajó del auto, vio que ella también se bajaba de su vehículo.
Cerró la puerta con frialdad y se acercó a ella.
—¡Ximena!
Al escuchar esa voz familiar, Ximena se detuvo, mirando atónita al hombre que apareció repentinamente.
—¿Por qué viniste...
—¿Por qué envías a la niña a un lugar tan lejano?— Alejandro gritó furioso. —¡Apenas tiene 6 años y la dejas sola con un viejo!
Al ver que Alejandro la malinterpretaba, Ximena quiso explicarse apresuradamente.
Pero antes de que pudiera hablar, Alejandro dijo:
—¡No mereces ser madre, y mucho menos madre de mis hijos!
Al oír eso, Ximena sintió una puñalada en el corazón.
Con voz temblorosa preguntó:
—Alejandro, ¿con qué derecho me dices eso?
Alejandro se burló fríamente:
—¡Cualquier madre decente no elegiría enviar a su hija a un lugar así!
—¡Sin conocer los hechos, ¿cómo te atreves a difamarme así?
Ximena no pudo c