—Gracias.— Daniel asintió, con voz suave.
Miguel, que estaba detrás de él, aprendió una gran lección. El siempre serio e inexpresivo presidente se había esforzado tanto por la señorita Zelaya… A partir de ahora, la persona que más debía congraciarse era la señorita Zelaya.
…
Esa noche, Juan llegó a casa y la empleada doméstica ya había preparado la cena. Se lavó las manos, se sentó a la mesa y comenzó a comer. Después de unos pocos bocados, frunció el ceño y dejó el tenedor.
— ¿Qué clase de pescado es este? ¡Está horrible! ¡Es muchísimo peor que la comida que me llevaban a la oficina!
La empleada, al oírlo, se apresuró a explicar:
—Señor, la comida que le llevaban a la oficina la preparaba la señorita Zelaya. Y como le preocupaba que se atragantara con alguna espina, le quitaba todas las espinas con mucho cuidado antes de llevársela.
Juan frunció aún más el ceño. Estrella nunca le había mencionado nada de esto. Siempre había creído que la comida la preparaba la empleada y que Estrella