David mostró una expresión indiferente, con una sonrisa ambigua: —Estoy muy encantado.
Yaritza pensó: ¿Entonces realmente no le importaban los rumores ni las habladurías?
Luego cambió de tema de inmediato: —¿Dijo el señor Morales que mi papá tenía algo para que me trajera?
—Sí —David sacó una caja de café desde el asiento trasero y se la entregó a Yaritza.
—¿Café de Montalaya? —Yaritza lo reconoció de inmediato.
—El primer lote, la primera lata.
Yaritza recibió la caja y se preguntó: —Según el estilo de mi papá, el primer lote de café, y además la primera lata, seguro que primero pensó en mi mamá, ¿por qué…?
¿Cómo llegó a ser ella la destinataria?
Yaritza colocó el café de Montalaya en el mueble del recibidor y luego volvió a entrar en el coche.
…
El vehículo llegó a la Plaza Tranquilidad, ¡la más grande de la ciudad! Allí se solían reunir marcas grandes y pequeñas de todo el mundo y de todo tipo. .Aunque era un simple día laboral, aún había una gran afluencia de personas.
Yaritza bajó