Sé que soy impulsiva, pero a veces en la vida uno tiene que ser así. Si no, te quedas atorado, sin poder salir de donde estás.Después de subirme al auto, Adam me miró. Me miró varias veces y, al final, no aguantó más:
—Esmeralda, se sincera ¿tú en serio quieres casarte conmigo?
En cuanto lo dijo, se notó que se arrepintió.
Le dio miedo que, si yo lo pensaba un poco más, decidiera no hacerlo.
Sabía que esta era su única chance de cumplir ese sueño.
Había esperado diez años. ¡Diez largos años!
Y justo ahora va y suelta esa pregunta.
¡Qué bruto!
Pero, mientras más lo veía con esa carita de culpa, más me parecía que era un muy buen hombre. Aunque tenía miedo de que yo me echara para atrás, igual me pedía que lo pensara mejor, solo para que no me arrepintiera después.
Pensé que casarme con alguien que de verdad se preocupa por mí era una buena decisión.
Es un buen tipo, inteligente, atractivo, y sus papás son adorables.
Un niño criado en un ambiente así crecería bien.
Tener una casa estable