Al caer la noche, la discoteca comenzó a llenarse de vida. Las luces de neón y la música vibrante daban un aire desenfrenado y extravagante. Adam se detuvo cuando iba camino a su mesa reservada con un cliente para cerrar un trato. Después de pedirle a su asistente que llevara al cliente a la mesa, él volteó hacia otra mesa que había cerca. Tras saludar rápidamente a alguna persona, miró a David y dijo:
—David, hoy la señora Bois cumple setenta, ¿no? —¿Cómo es que no estás en su fiesta y estás aquí bebiendo?
David no respondió, simplemente tomó otro sorbo de su copa de vino.
—¿Sigues molesto con tu esposa? —preguntó Adam con curiosidad.
—Aunque tengo que decir que Esmeralda no debería haberte dejado así, la señora Bois cumple setenta años hoy. Si no vas con ella, seguro que todos se burlarán de ella.
La mirada de David se vio aún más alterada y, de manera casi automática, revisó su celular. Pero, al ver que no había llamadas perdidas ni mensajes sin leer, se molestó aún más.
Desde que