Capítulo 1.2

—Sí, un gusto Raúl, ¿qué lo trae por aquí? —los ojos de mi madre se abren con asombro, yo siempre voy directo al grano ya que no me gusta perder el tiempo.

—¡Hija! —me reprende.

—Tranquilas, no hay problema. He venido porque me interesa comprar dos caballos y me dijeron que ustedes tenían a la venta, quise aprovechar también para ponerme a la orden —nos dedica una media sonrisa, es tan lindo —regresé de viaje hace unas semanas y nuevamente estoy tomando el control de la hacienda —me tardo unos segundos en contestar, nerviosa aparto mi mirada mientras me coloco el sombrero nuevamente.

—Comprendo, tenemos caballos iberoamericanos, españoles, peruanos y criollos. Si gusta podría venir mañana por la mañana y verlos, para ver si le interesa comprar —su olor es increíble y debo decir que la química es palpable a kilómetros.

—Muy bien, mañana estaré a primera hora por aquí —mi madre lo invita a quedarse a cenar, pero él declina la invitación de la manera más amable explicándole que tiene un compromiso y que mañana con gusto le acepta un almuerzo.

—¡Perfecto! Saludos a tus padres de nuestra parte —dice mi madre.

—Ha sido un placer, ¡buenas noches! —no me quita los ojos de encima.

—¡Buenas noches! —digo en tono seco y camino hacia la cocina, muero de hambre.

Asomo mi cabeza y veo a mi nana haciendo la cena, el olor me está matando. Despacio me acerco a ella y la abrazo por la espalda.

—Perdóname nana, me perdí en el trabajo y no pude venir a la hora del almuerzo —ella solo suspira como si yo ya no tuviera remedio.

—Te me vas a enfermar, trabajas demasiado T**i ¿qué voy a hacer contigo? —sé que se preocupa mucho por mi salud.

—Amarme como hasta ahora —le doy un beso y salgo a mi recámara, no sin antes decirle que me daré un baño para bajar a cenar.

Luego de la cena me encuentro en mi despacho viendo que todo marche bien y que mañana todo salga perfecto. No dejo de pensar en Raúl, recordar su voz me da escalofríos ¿tendrá novia?, ¿estará casado? ¡Qué rayos hago pensando en esas tonterías! Pero lo cierto es que, ese hombre ha capturado mi atención. Escucho la puerta abrirse alzo mi cabeza y veo a mi madre entrar.

—¿Cómo te sientes mi amor? —sé que se preocupa por mi ritmo de trabajo.

—Bien mamita, ya un poco más tranquila Azul está medicado, solo hay que esperar para ver cómo reacciona.

—Ya verás que se recupera ¡Por favor descansa!, es tarde Edith, me preocupa que te enfermes —pone su mano cálida en mi rostro y le doy un beso cariñoso en su palma.

—En unos minutos me iré a descansar, quiero dejar todo listo para mañana, no te preocupes —la abrazo.

—Hija, tú eres lo más importante que tengo, no lo olvides —me da un beso en la frente y sale.

Mi madre es tan dulce, en cambio yo, admito que soy una mujer con carácter fuerte, pero luego de la muerte de mi padre sin darme cuenta me endurecí de más. No soy dulce, ni soy como algunas mujeres que aman el maquillaje, zapatos altos y las marcas caras, mi personalidad es igual a la de mi padre; segura, firme y noble. A mamá le inquieta mi situación sentimental, nunca me ha conocido una relación formal, tuve dos novios, pero no dure más de cinco meses con ellos, me aburría muy rápido y no me gusta jugar. Además, no estoy buscando novio, sé que el indicado llegará en el momento que menos lo espere y si no sucede, estar sola no me molesta en lo absoluto.

Al día siguiente por la mañana me siento cansada, no dormí cuidando a mi Azul las medicinas han funcionado y su recuperación es notoria. Son las 4:30 a.m. cuando voy a ducharme, hoy me espera un día largo. Entro a mi recámara, es grande y acogedora, aún recuerdo cuando papá y yo la decoramos se sorprendió que a mis quince años quisiera una decoración tan elegante y nada juvenil, él reía con mis peticiones "Lo que desee mi princesa" decía complaciéndome, como lo extraño.

Pongo música para relajarme, suena bajito "Massive Attack" con la canción "Teardrop", abro mi armario en busca de ropa cómoda y elijo; un jean oscuro ajustado, una camisa de botones color blanca, aunque sé que después del mediodía acabará oscura y unas botas cafés. Me meto a la ducha sintiendo como el agua fría cae por mi cuerpo y no entiendo por qué sus ojos color miel vienen a mi mente, lo veré dentro de unas horas y mi expectativa crece poco a poco. Salgo de la ducha, me peino mi largo cabello húmedo, cepillo mis dientes, me cambio y salgo a desayunar.

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Entro muy temprano a la cocina, ya todos están comiendo y se hace un silencio sepulcral al verme.

—¡Buenos días y provecho! —les digo a todos.

—¡Buenos días, señorita Edith! —contesta la mayoría.

Observo que no hay espacio en el comedor está lleno, molesta sigo de largo hasta llegar al comedor familiar, no me gusta comer sola. Papa y yo, siempre desayunábamos juntos, me siento y clementina me sirve el desayuno, no para de hablar no sé cómo lo hace.

Más tarde trabajando en las caballerizas estoy dándole instrucciones a Marcio, cuándo veo a Ignacio a lo lejos que viene con Raúl, se ve guapísimo lo miro rápidamente; viste un jean oscuro, camisa azul y botas negras, su pelo negro corto peinado hacia atrás y esa barba que adorna de manera perfecta su cara, mirarlo por horas resultaría tan fácil.

—¡Hola Edith! ¿me muestras los caballos? —directo al grano, sin un buenos días ni nada. Sonrió mientras mastico una hojita de menta.

—¡Buenos días! Por supuesto, sígame —le indico con la mano.

Luego de ver todos los caballos, elige unos cuantos y le confirmo que por la tarde estarán en su hacienda agradeciéndole por la compra.

—¿Siempre eres así? —pregunta de golpe y yo sonrío.

—¿Así? ¿Así cómo? —me molesta su pregunta, pero no lo demuestro.

— Fría, actúas como si te hiciera perder tu valioso tiempo —parece que a alguien le gusta demandar atención.

—Así son los negocios, fríos, por eso siempre los hago bien —me ve de una manera que me inquieta, decidido se acerca mucho más de lo debido y yo no me muevo de mi sitio.

—Tienes razón Edith, tal vez si no hablamos de negocios te conozca un poco más —su boca me incita a darle un beso y saber cuál es su sabor.

—No sabía que estaba interesado en conocerme —digo sin más, aunque, en el fondo debo admitir que me alegra.

—¿Tú no a mí? —pregunta en tono de coquetería.

—Bueno, quizás, es bueno conocer a tus clientes —contesto sonriendo.

—¡Vaya! Al fin una sonrisa —siento calor en mis mejillas.

—¡Raúl, bienvenido! —expresa mi madre, mientras camina hacia nosotros.

—¡Un gusto doña Laura! Tienen una hacienda muy bonita —se da la vuelta para saludarla.

—¡Gracias, hijo! ¿Ya tomaron café? —café, justo lo que necesito.

—Aún no, pero me gustaría ¿eres amante del café? —me pregunta interesado.

—La verdad no soy amante del café, pero un día como hoy me ayudará a mantenerme despierta —él se asombra, supongo que es raro que no sea amante del café y más siendo hacendada, pero la verdad es que ni yo misma entiendo porque no lo soy, es decir, su sabor me gusta, pero podría vivir sin tomarlo. Va a decirme algo cuando mamá se adelanta y lo interrumpe.

—¿Te quedarás de manera definitiva o seguirás viajando?

—Me quedo de manera definitiva, cada día encuentro más motivos para quedarme —me mira de reojo y sonríe.

—Doña Helena debe estar feliz, me alegro por ella le debo una visita salúdala de nuestra parte —él asiente.

Nos sentamos en la mesa que hay en el jardín, la vista es hermosa y el clima perfecto. Hablamos los tres por más de una hora sobre la hacienda y negocios, llega la hora del almuerzo y pasamos al comedor, me siento nerviosa porque él no me quita la mirada de encima. Mi madre se muere en atenciones comemos tranquilos entre risas y bromas. El tema social aparece y hablamos sobre fiestas y bares de la ciudad, no es mi tema favorito ya que no salgo mucho, no conozco lugares.

—¿Te gustaría salir el sábado? —me pregunta sin pena, sorprendida y dudosa no sé qué decir.

—¡Vamos, acepta! Así te distraes un poco —interviene mi madre, me conoce sabe que puedo rechazarlo.

—Está bien, el sábado —contesto no muy segura, no creo que haya tomado la mejor decisión, luego de eso él se despide no sin antes pedirme mi número, se lo doy y hace que le marque.

"En ocasiones, puedes sentirte que vives como si estuvieras en medio de una tormenta que azota el mar. Todo es un caos, las olas de hasta siete metros de altura mueven tu pequeño barco de un lado a otro y no tienes más opción que ser fuerte para poder sobrevivir".

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