Armando terminaba de colocarse su corbatín azul claro, ajustó sus tirantes, se sentía demasiado nervioso, percibía que algo no andaba bien. La necesidad de ver a su futura esposa comenzó a inquietarlo, la puerta se abrió y Miguel entró.
—Hermano, es hora de que bajes. Tengo que ir por la novia y tú ya deberías haber bajado —se dio la vuelta, cogió su saco y lo miró con inquietud.
—Miguel, necesito ver a Edith ahora mismo. ¿En qué cuarto está? —su amigo se preocupó al ver su rostro angustiado.
—En el de la abuela Regina, ¿sucede algo? —salió por la puerta y su amigo lo siguió.
—No, sólo necesito verla unos segundos —Miguel avanzó unos pasos y lo detuvo.
—Pero dicen que es mala suerte. ¡Calma! Ya estarás con ella toda una vida —le recordó sonriendo.
—Algo no está bien y puedo sentirlo —Miguel lo observaba extrañado —Yo no sé cómo expli... —no pudo continuar, un disparó se escuchó y los dos salieron corriendo al cuarto de doña Regina.
Armando g