29 – Caminos separados.

Más allá de las miles de razones por las que debía de casarme con Martina, sabía que ella merecía una explicación, pero ni siquiera tuve tiempo ni oportunidad de explicarme, porque en aquel momento Martina acababa de descubrir el pastel, y ella lucía tremendamente defraudada, no era para menos.

Había querido evitarlo, que ella se enterase de aquella forma, antes de haberme casado, sabía que ahora que ella lo sabía… si me suplicaba que lo dejase todo por ella lo haría, y fallaría ante la promesa que una vez le hice a mi hermana pequeña sobre protegerla del hombre malo (mi padre). Sabía que, si ella me lo pedía, renunciaría hasta a mi alma por ella. Pero, al mismo tiempo sabía que ella no me merecía, que merecía algo mejor, a alguien mejor, y era por eso, por lo que había tirado la toalla, por lo que había decidi

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