28 – Yo no puedo hacerla feliz.

Cuando llegué a casa Marta estaba allí, parecía que acababa de llegar, pues aún tenía puestas las ropas de calle. Dejó de escribir en el móvil tan pronto como escuchó la puerta, y su mirada en entristeció entonces.

  • Estuve mirando un par de pisos – comenzó, algo apurada, sin saber cómo empezar aquella desagradable conversación – he visto uno que está muy bien, pero …

  • ¿Sabes qué es lo que he estado pensando? – pregunté, ignorando sus palabras – que como yo no me voy a mudar con Alfonso y contigo, puedes ser tu la que se mude aquí, del todo – insistí, dejándola totalmente noqueada – Podríamos compartir gastos y vivir juntas.

  • ¿Ya no estás enfadada conmigo? – quiso saber, mientras yo negaba con
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