Cinco años después…
Delilah se encontraba en el hospital a punto de dar a luz a su tercer hijo.
La habitación tenía ese característico olor a desinfectante y las luces fluorescentes hacían que pareciera que estaba en el quirófano de una película de terror.
Estaba nerviosa, no lo iba a negar. A pesar de que fuera su tercer hijo y el último porque no pensaba someterse de nuevo a aquello, saber que iba a traer una nueva personita al mundo pondría nerviosa a cualquiera.
Sobre todo a Maximiliano que tenía una expresión de quererse lanzarse por la ventana y no porque le diera miedo ser padre.
Él había demostrado que a pesar de ser un pervertido lujurioso, ese hombre era capaz de ser un buen padre de familia.
Delilah ya casi no tenía la necesidad de espiarlo, a veces, por costumbre, si escuchaba algo raro se lo decía a su suegra y esa bruja siempre terminaba por meterla en problemas con algún plan de espionaje de los suyos.
—¿Te acuerdas de cuando me descubriste metida en el interior del mal