61. Vete
En la puerta, agarrando un ramo de flores con rosas rojas, se encontraba Dante. Miraba de reojo hacia varios lados, como si no supiera qué decir o qué hacer. Me mostró la sonrisa más nerviosa que tenía y, mirándome a los ojos, susurró:
—Yo… —mostró una sonrisa algo rota.
Durante unos segundos se quedó en un silencio que no sabía cómo terminar. El sonido de unos grillos afuera era lo único que se escuchaba. Estaba impecable con su traje de diseñador, pero aun así se veía más alcanzable que otras veces. Alzó el ramo de rosas que tenía en sus manos, carraspeó y, tras esto, me miró a los ojos.
—Buenas noches, Louisa —mostró esta vez una sonrisa más segura—. Escuché que te mudaste, así que traje algo para celebrar —su voz se arrastraba en un tono provocativo mientras, con su otra mano, levantaba un pastel.
Pude notar que revisaba la casa con la mirada. Crucé los brazos, mirándolo fijamente. En ese momento sentí que yo estaba en un interrogatorio y que Dante era culpable de algún pecado. Él