35. Y eso te incluye a ti
La tensión entre los tres estaba en un punto incomprensible. Era la sensación de estar ahogándonos y, al mismo tiempo, atrapándonos por algo que nos mantenía fijos. La movilidad de mi cuerpo parecía encantada en no poder moverme.
Dante miró a Nickolas como si fuese un objeto radioactivo que quisiera desaparecer. Este, por otro lado, escrutó con un gesto de curiosidad palpable. Ambos tenían una batalla de miradas silenciosa donde el mínimo movimiento podía dictar al perdedor.
Su mano se mantuvo firme en la mía. Más que darme cariño, parecía un mensaje para que no osara moverme. El primero en romper el árido momento fue Nickolas, que, manteniendo una sonrisa amable, dijo:
—Dante Ferrari, ¿no es así? Es un honor verlo aquí —Su aura comenzó a bajar para que la tensión disminuyera—. ¿Vienes acompañado de alguien?
—Sí, a mi hijo —respondió en un tono seco, lleno de advertencia.
Nickolas se mantuvo pausible, mirando con atención la mano de Dante en la mía.
—¿Son pareja? —preguntó en un