Tendré un cachorro con mi dueño, el Alfa Rey
Tendré un cachorro con mi dueño, el Alfa Rey
Por: PayperLee
CAPÍTULO 1

— ¿Creíste que podías huir con mi cachorro? —su voz masculina surgió de la oscuridad logrando que me estremeciera.

Alcé la vista de inmediato.

Las cadenas alrededor de mis muñecas tintinearon por el movimiento. 

Algo se agitó en mi pecho haciéndome sentir indefensa.

Asustada.

— ¿Qué no podría rastrearte?

Me tensé cuando sus ojos se clavaron a los míos y de repente lo vi acercándose paso a paso en mi dirección antes de rodearme como si estuviera percatándose de algo.

— ¿Qué no podía olerte?

Parecía estarme cazando como un lobo a su presa.

Sin embargo, aunque yo estaba en desventaja ahora, no soy fácil de vencer.

No cuando tengo tanto que perder.

No obstante, podía sentir algo mucho más intenso e inquietante dentro de mí. Algo que yo misma sabía qué era pero que al mismo tiempo me daba vergüenza de admitir.

— ¿Qué yo te dejaría ir? 

Él murmuró justo detrás de mí pegando su pecho a mi espalda y su boca a mi oreja, incendiando mi cuerpo aunque de manera involuntaria. 

Sus manos cubrieron mis pechos desnudos y solté un gemido de sorpresa.

—Pensaste quizás ¿Qué no iría por lo que me pertenece?

Deseo.

Un sentimiento que me negaba a experimentar por este hombre frío.

Normalmente se mostraba impasible, gélido pero a la misma vez salvaje y vengativo.

— ¿Dónde está mi hijo? —le pregunté con firmeza apartando cualquier miedo que pudiera tener.

Él podía hacer cualquier cosa conmigo pero yo necesito saber de mi cachorrito.

Necesito que esté bien, es lo único que me importa.

Yo haría cualquier cosa para que este a salvo, por eso intenté alejarlo de este monstruo frente a mí.

Él dejó de tocarme para darse la vuelta y quedar frente a mí.

Veo como sus ojos se oscurecen notablemente.

Su lobo está rasgando dentro de él para hacerse presente y yo no puedo evitar sentir miedo.

— ¿Quién te dio permiso para hablar? 

Como siempre su voz es letalmente suave conmigo pero mucho más exigente que con los demás.

— ¿Dónde…?

De repente apretó mi cuello con una mano tirando de este con rudeza aunque sin lastimarme haciendo que mi cuerpo colisionara con el suyo.

Me miró con rabia y yo temblé sin poder evitarlo.

Su pulgar acarició mi labio inferior lo que causó que me estremeciera bajo su toque.

—No has aprendido nada, princesa ¿No es verdad? —Dijo con sorna esta palabra humana a mi título real—. Pues tendré que enseñarte el trabajo de una esclava por su Áyax.

Soltó mi cuerpo y dirigió ambas manos a mis pezones sensibles apretándolos.

No pude evitar soltar un gemido el cual ahogué mordiendo mi labio aunque había sido demasiado tarde porque él lo había escuchado.

— ¡No eres mi Áyax!

Una vez más usó su máscara de frialdad que no me permitía ver su reacción. Sin embargo, podía sentirlo cabreado.

La ira surgiendo dentro de él quemando los bordes de su exterior.

—Ahora lo soy, estás en mi reino.

Y ¿Adivina qué? Solo yo decidiré cuando hables o no lo hagas.

Solo yo podré poseer este cuerpo…

Él se inclinó para meter uno de mis pezones en su boca y torturar el otro con rudeza.

Esta vez apreté mis dientes en mi labio con tanta fuerza que terminé haciéndolo sangrar ante la humillación a la que me estaba sometiendo.

—Tampoco eres mi dueño —rugí furiosa.

Estaba tan molesta.

Con él por hacerme esto.

Conmigo misma por desearlo.

Yo debía estar tan loca como él, sin embargo, nunca lo admitiré.

Valerio se apartó de mí para mirarme con frialdad, evidentemente poco le había importado mi comentario pero no dudó en tirar de mi cabello hacia abajo, alzando mi cara para que nuestros ojos entraran en contacto.

—Ruge todo lo que quieras, eres mí posesión y lo sabrás mejor cuando te marque —me dijo a modo de amenaza.

Él nunca me marcaría.

Ya lo ha dicho antes.

Solo me quiere para una cosa.

Tener mi cuerpo.

Me odia demasiado como para estar toda la vida conmigo atada a él.

Me moví buscando liberarme de su agarre de manera inútil ya que sigo encadenada.

— ¡Dime dónde está mi cachorro! —exigí 

Él es un Alfa pura sangre, el Áyax de Arkalla y a pesar de que yo soy la única heredera de Arion, mi raza está m*****a, mejor dicho, las mujeres Arionas lo estamos, ninguna a pesar de ser loba pura puede convertirse, de hecho a penas podemos escuchar la voz de nuestros lobos, lo que nos hace más débiles, casi humanas.

¿Cómo podría yo enfrentarme a un Alfa como él?

Tan fuerte y poderoso.

No lo sabía aún pero por ningún motivo voy a rendirme.

— ¿Escuché bien?

Alcé mi barbilla con la dignidad de lo que soy, una Thalassi, no una princesa humana.

Daré mi vida incluso porque mi cachorro no tenga que vivir a merced de este lobo despiadado.

—Tú no tienes derecho a exigir nada —gruñó él quien estaba cada vez más molesto para después tomar mi barbilla con fuerza.

La cercanía entre nosotros es terriblemente abrumadora e inquietante.

Siempre ha sido igual cuando está cerca, aunque yo he tratado por todos los medios de no sentir esto, es imposible. Sin embargo tampoco puedo evitar odiarlo por todo lo que me ha hecho.

—Es mi cachorro.

—Nuestro cachorro, no lo olvides.

Estás en arenas movedizas, yo mando aquí y tú me obedeces.

Soy tu dueño.

Por si lo habías olvidado eres mi esclava.

Lo había dicho con tanta convicción que yo misma estuve a punto de creérmelo y lo odié por esto.

—Pasa —gruñó una orden y puerta de la habitación se abrió haciendo que me sintiera aún más humillada.

No esperaba que nadie me viera así, completamente desnuda y vulnerable frente a él.

—Arréglala —dijo en tono dictatorial cuando mi doncella entró en la habitación y se quedó paralizada mirándome con las mejillas arreboladas.

Era demasiado tarde como para sentir vergüenza. 

No después de todo el tiempo que he estado en Arkalla con este hombre. 

— ¿Me dejarás ver a mi cachorro? —le pregunté con un deje de esperanza que no pude borrar de mi voz.

Sus ojos se oscurecieron por la mención a mi hijo y apretó la mandíbula, evidentemente furioso, aunque su rostro se mostró tan frío e impasible como la mayoría de las veces.

— ¿Acaso no te lo dije antes? Bienvenida al infierno princesa, a partir de hoy serás completamente mía y jamás podrás huir.

¿Lo entiendes?

Mi boca se abrió e intenté decir algo pero ninguna palabra salió de mis labios temblorosos.

— ¿Qu-qué quieres decir? —pude preguntar a penas sintiendo el temblor en mi corazón. 

Sabía que lo que diría a continuación sería mi fin.

Una cosa que nunca esperé.

Por primera vez pude ver que una sonrisa maliciosa se formó en su boca logrando que me estremeciera por lo que diría a continuación sin importarle que había alguien más escuchando nuestra conversación. 

—Que hoy serás mi esposa, la Thalassa de Arkalla, mi mujer.

Completamente mía —me respondió con voz aterradoramente aterciopelada como si buscara que yo le temiera y lo había conseguido.

Me quedé muda por la conmoción. 

Solo su lengua atrevida me sacó de mis pensamientos cuando trazó mi labio inferior lamiendo la sangre que yo misma había provocado. 

Aunque a pesar del calor en mi vientre y la sensación extraña en el, yo solo podía pensar en una cosa.

“Eso solo significaría que mi destino estaría ligado a él y yo no quiero esto.”

Eso sería mi fin.

—No…

No obstante, mi negativa no fue escuchada porque él ya había salido de la habitación demandado a mi doncella ocuparse de mí.

—No se preocupe mi Thalassi, yo me ocuparé de usted, estará muy hermosa esta noche.

No podía escuchar las palabras de Lara.

Estaba tratando de que mi corazón dejara de latir a tanta prisa por lo que me habían hecho sus palabras.

Al punto de que ni siquiera sentí cuando ella comenzó a quitarme las cadenas de mis muñecas liberándome al fin.

Podía pensar en huir pero eso sería absurdo.

Ahora sé que por más que corra, él siempre estará al final.

Esperando por mí.

Queriéndome alejar de todo lo que amo, incluyendo a nuestro cachorro.

—Eso no significa que me rinda —murmuré.

Nunca me daría por vencido.

Encontraría a mi hijo y me iría muy lejos de ese Alfa, quien por desgracia no es otro que mi compañero. 

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