Alessandro no podía dormir esa noche. Era como si el insomnio se apoderara de su cuerpo y no lo dejara en paz. Intentó buscar la manera de conciliar el sueño tomando un poco de té, pero eso no funcionó. Su mente seguía girando en torno a la vida de su hija, y cada vez se sentía más preocupado.
—Cariño, ¿por qué no estás en la cama? —preguntó Jasmine, mirándolo con curiosidad. Alessandro alzó la cabeza y conectó con sus ojos, tomando una profunda bocanada de aire.
—No puedo conciliar el sueño. Lo intenté durante un largo rato en la cama y finalmente me preparé un té para ver si lo logro. Pero creo que tampoco surtirá efecto.
Jasmine hizo una mueca y, lamentándolo, se acercó a él y lo abrazó por detrás, dejando un beso en su mejilla.
—Todos estos días has podido dormir bien, pero ahora pareces demasiado preocupado. Por favor, dime qué es lo que está pasando y si puedo ayudarte.
Él exhaló.
—Nuestra hija merece ser feliz, pero tengo un terrible presentimiento de que al lado de Maxwell no