—¿Y tú quién eres? —respondí con otra pregunta. Quizás no lo había entendido bien.
—Soy la prometida de Nikita Tsarev, ¿y tú quién eres? —Fruncí el ceño al oír sus palabras y crucé los brazos sobre el pecho. Así que lo había entendido bien.
—Aunque, déjame adivinar. Eres otra de las chicas que le alegran la soledad cada vez que nos peleamos. Y no eres especial, si él te ha hecho creer eso. El 28 de diciembre eché de aquí a una chica como tú. ¡Así que ya lo sabes! Nikita y yo volveremos a estar juntos y él ni siquiera se acordará de ti. Yo tampoco soy un angelito, así que le perdono la infidelidad, aunque no me gusta verte ahora. Recoge tus cosas y no vuelvas a aparecer por aquí. —Y ese tono no me gusta nada.
—¡Nikita no tiene novia!
—¿Te lo ha dicho él? —se rió—. No me hagas reír, lo dijo para tirarse a ti. ¡Toma! —me tendió la mano, en la que lucía un anillo con una piedra enorme—. ¡Lo llevaría si hubiéramos roto! —levantó una ceja perfecta en señal de interrogación. Y a mí me derrum